¡Síguenos!La velocidad de traslación de los ciclones tropicales se ha reducido un diez por ciento en los últimos 70 años, según un trabajo publicado este miércoles en la revista Nature. El estudio, realizado por el equipo de James Kossin, se ha basado en un análisis detallado de las trayectorias de estos ciclones entre 1949 y 2016 y la velocidad a la que cruzan el Pacífico y el Atlántico, que en determinadas zonas se ha reducido hasta un 20 y un 30 por ciento. Esta velocidad, que oscila entre los 16 y 22 km/h, no debe confundirse con la velocidad de los vientos de giro, que sigue siendo superior a los 150 km/h.
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El avance más lento de los huracanes y tifones provoca efectos más destructivos, debido a que las precipitaciones son mayores en los puntos concretos donde las tormentas tocan tierra, un efecto que se observa con mayor intensidad en el Pacífico y Atlántico norte. Los investigadores señalan también que el aumento de las temperaturas produce que las tormentas puedan almacenar más vapor de agua, dado que al aire caliente, por decirlo de manera metafórica, “le cabe” más agua en su interior y suelta más lluvia en las zonas por las que pasa.
“De una forma simplista podemos pensar que un ciclón tropical es una máquina con una producción constante de lluvia, que produce tantos millones de metros cúbicos de precipitación por minuto”, explica a Next Michel Rosengaus, antiguo director del Servicio Meteorológico Nacional de México y experto en huracanes. “Si esa precipitación pasa por encima de la ciudad en que estoy a una velocidad más lenta, va a haber un mayor volumen de agua precipitada en esa misma ciudad”, indica. Y aunque un 10 por ciento parece poca cosa, asegura, hay que recordar que un ciclón tropical “ya estresa las cuencas hidrológicas de forma extrema, de forma que con un aumento así los daños que se esperan por inundación serán bastante más grandes que los actuales”.
Rosengaus recuerda los efectos del huracán Harvey la temporada pasada sobre Texas (EE.UU.), precisamente porque estuvo más tiempo pisando tierra y mar a la vez y cargándose de humedad. “Harvey estuvo casi inmóvil sobre partes relativamente pequeñas de Texas, se movió muy poquito y se mantuvo como un alto productor de lluvia porque su circulación tenía gran parte sobre el mar y seguía recogiendo esa humedad”, explica. “Se pasó mucho tiempo sobre el mismo lugar y toda la producción de lluvia la soltó en una zona relativamente reducida”. Su impacto avivó el debate sobre el aumento de intensidad de los huracanes debido al calentamiento global y la necesidad de cambiar la escala con la que se identifica a estas tormentas tropicales.
“Hay otros estudios separados a este que parecen indicar que el punto de la trayectoria en promedio en que se está presentando la máxima intensidad está subiendo de latitud ligeramente”, recuerda el experto mexicano. “Es decir, que al menos la parte más intensa de la actividad ciclónica se están moviendo hacia el norte”. Pese a lo que pudiera perecer, advierte, este cambio de rumbo con huracanes que se van cada vez más al norte no es una buena noticia para México. “El problema es que en el altiplano central tenemos montañas de 3.000 metros de cada lado”, apunta, “con lo que el acceso de aire marítimo húmedo a la parte central es muy pequeño y si no tuviéramos ciclones el clima sería mucho más árido. Nosotros no queremos que cambie, queremos que se quede como está”, concluye.