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Las primeras veces que vi actuar en el escenario político a Luisa María Alcalde Luján, fue en la Cámara de Diputados en 2012. Ocupaba una curul en la LXII legislatura y, cada vez que hacía uso de la palabra, era rodeada por priistas y panistas para que se equivocara en su discurso o se doblegara ante la presión.
Nunca flaqueó a pesar de su juventud; la crítica contundente hacía enojar a sus homólogos, así como su defensa a los postulados del Movimiento de Regeneración Nacional que, en octubre 2014, se convertiría en partido político.
Mostró, entonces, carácter, lealtad, capacidad y convicciones, características apreciadas que la han llevado a ocupar la titularidad de la secretaría de Gobernación y ahora la presidencia nacional de Morena que, lo externó en su reciente visita a Puebla, se convertirá en el partido más importante de la historia.
Con Alejandro Armenta, va más atrás mi observación, alrededor del año 2000. He seguido su ascenso y una constante superación, sin dejar a un lado los obstáculos que ha tenido que sortear para abrirse camino.
He afirmado, sin temor a equivocarme, que siempre tuvo en mente servir a su estado ocupando la mayor responsabilidad política y lo ha logrado. Es ya gobernador electo y rendirá protesta el 14 de diciembre. Será justo en ese momento cuando pase por su mente, en segundos, la película de lo que ha sido su caminar; los momentos difíciles cuando fue objeto de persecución del priismo y el morenovallismo al optar por sumarse al acuerdo nacional por la paz que firmó Andrés Manuel López Obrador que, finalmente, lo integró a Morena donde ya es consejero nacional, después de haber hecho un brillante papel como presidente de la Cámara de Senadores.
Creo en la predestinación iluminada por la divinidad sagrada.
Armenta, es un hombre resiliente, con victorias estoicas en la arena política.
Junto con Luisa María Alcalde, está en una constante actualización, sin flaquear en su participación activa en el proyecto del humanismo mexicano, en el combate a la corrupción e impunidad y la reestructuración de un régimen deteriorado por el PRI y el PAN.
Luis María Alcalde y Alejandro Armenta, han demostrado congruencia entre el decir y el hacer, venciendo la adversidad.
Lealtad y convencimiento de su lucha los identifica en una reciprocidad mutua permanente.
Lo hicieron patente en la reciente reunión informativa de Morena en el centro de convenciones, donde firmaron el catálogo de compromisos que son insoslayables, a pesar de los detractores que han tratado de minimizarlos o ponerlos en duda.
La líder de Morena y el gobernador electo sirvieron con pasión en la gestión de Andrés Manuel López Obrador. Ahora, siguen firmes en la continuación de la trasformación con la presidenta de México, Claudia Sheinbaum Pardo, por encima de la adversidad.
No hay cabida para la duda o la simulación.
POSDATA: Andrés Manuel López Beltrán, hace algunos ayeres, dio la bienvenida en Morena a Alejandro Armenta y no se equivocó. El poblano ha enseñado sensibilidad y su calidad política con resultados.
POSDATA 2: No han faltado las voces que insisten en el nepotismo cuando ven a familiares de políticos ocupando posiciones políticas, como es el caso de Andy, hijo de Andrés Manuel López Obrador.
No se equivoquen: no hay nepotismo cuando los familiares son dueños de talento, capacidad, preparación y poseen principios que revaloran el arte de hacer política.
La sangre tiene derecho a prepararse y ocupar posiciones en el servicio público.
El nepotismo tiene que ver con “aviadores”, familia, amigos o compadres apuntados en nóminas sin trabajar; también con el cobijo a ineptos.
POSDATA 3: Hay que ser conscientes de que la sangre no siempre hace familia. Es decir: también ahí se ubican incapacidades, deslealtades y traiciones.
El tiempo nos enseña estas duras lecciones; obligado es aprenderlas.