¡Síguenos!Con una aprobación, que las encuestas de las empresas más “críticas” ubican en hasta 77.3 por ciento (65.5 por ciento en Puebla capital), como Mitofsky, es difícil creer que el aún presidente Andrés Manuel López Obrador se retirará a una jubilación introspectiva y de permanente silencio.
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Ha sido toda su vida adulta un líder social que ha definido las últimas cuatro décadas del debate público en el país. Es casi imposible suponerlo en el retiro, aunque así lo ha dicho.
Hay en sus seguidores una profunda nostalgia por el final de su mandato y habrá también inevitablemente un sentimiento de orfandad en su movimiento, a pesar de la fuerte presencia y contundentes liderazgos social y político de la nueva presidenta, Claudia Sheinbaum Pardo.
En principio, no hay una sustitución de su fuerza moral. Esa le pertenece y prevalece inherente en la figura de quien fue tres veces candidato presidencial y ha sido el presidente más querido y también con más aval popular, en toda nuestra historia.
De ahí una hipótesis que surge desde el sentido común y que intenta una proyección sobre su futuro: Andrés Manuel tiene 70 años y, a pesar de episodios reales o ficticios, creados por las redes sociales, sobre una supuesta mala salud, la verdad es que ha terminado su mandato de buen talante y proyectando energía física.
Hay una clara continuidad de su administración en la que encabezará, a partir de este martes la presidenta Sheinbaum, que incluso repetirá a algunos de los funcionarios de primer nivel.
Pero también el tabasqueño ha dado claras muestras de que respetará y será prudente con su presencia, en el espacio de poder y decisiones de Claudia.
Es ahí en donde está la incógnita sobre el papel que se autoasignará el mayor líder moral y constructor del nuevo régimen.
Por cierto, nos guste o no, y eso puede llevar a interminables debates, hay que reconocer que con las reformas de fondo que realizó, sobre todo en su último mes de mandato, todas ellas constitucionales, López Obrador ha entregado un Estado Mexicano diferente del que recibió.
Encontró, en reformas clave –como una muy distinta distribución del presupuesto, con un énfasis en becas y pensiones, así como en cambios el andamiaje jurídico nacional, como la Reforma Judicial-, la llave para el verdadero cambio de régimen.
Puede o no puede gustar, se le puede llamar del modo que quiera la oposición, pero hoy el sistema mexicano jurídico es distinto.
De ahí que alguien con esa relevancia, autoridad moral entre los suyos, enorme popularidad, contundente aprobación y, sobre todo, una naturaleza política imposible de extinguir y jubilar nos impide suponer que irá a tumbarse a una hamaca para contemplar un horizonte bucólico en su quinta en Chiapas.
Andrés Manuel encontrará la forma de seguir presente. La ecuación requiere el respeto a la investidura de Claudia Sheinbaum.
Incluso, la hipótesis de este reportero es que él permanecerá como una fuerza en reposo, que podrá ser utilizada cuando sea necesario, para una opinión, para un debate, para fijar un derrotero político, casi como el arma secreta del régimen.
No hay forma de suponer que el gran líder latinoamericano contemporáneo – guste o no –, habrá de ir a sentarse en una silla mecedora, para esperar que llegue su inexorable partida física.
Andrés nunca será ese hombre que sólo contempla la historia.